Para obtener una noción más clara de cómo se definen los universos semánticos, analizaremos sus conceptos basado en la sistemática de de las isotopías, entendiendo el término isotopía como lo hizo François Rastier: “Se llama isotopía a toda iteración de una unidad lingüística” (1976). De esta forma, en un texto pueden considerarse isotopías figuras literarias como asonancia, aliteración, metáfora, metonimia, etcétera, puesto que son recursos retóricos que pueden ser utilizados para evitar redundancias, darle estilo al texto o embellecerlo (etc.), pero que apuntan hacia el mismo semema que la unidad lingüística de la que surgen. En definitiva, cuando dos sintagmas apuntan al mismo semema, puede considerarse uno como isotopía del otro. Esto sucede con efectos retóricos o de definición, como por ejemplo lo que sucede en las definiciones de diccionario (usamos de ejemplo el diccionario de la RAE (2001)):
“Casa: Edificio de una o pocas plantas destinado a vivienda unifamiliar, en oposición a piso.”
En el caso presentado, se debe hacer una distinción entre el definido “casa” y el definidor “edificio de una o….” (Rastier, 1976), lo que crea un isotopía pues ambos apuntan hacia el mismo semema, que es lo que entendemos por casa. Es en este punto donde podemos dar un primer atisbo de la posterior “caída de la semántica estructuralista” pues ¿cómo sabemos cuál será la real significación de los sintagmas? ¿Se podría definir algo así como un límite isotópico? Porque, siguiendo con el caso mencionado, el mismo diccionario citado da como definición alternativa al término casa: “Descendencia o linaje que tiene un mismo apellido y viene del mismo origen”. Esto bien podría entenderse como una isotopía, pero sucede que evocan distintos sememas. La semántica estructuralista diría al respecto que el término “casa” adquiriría su valor por contraposición en un texto, no así por si mismo. Rastier al respecto señala las “distintas lecturas” que puede tener un texto, haciendo un análisis del discurso en términos de expresión y contenido. De esta forma, el autor en un texto busca sememas redundantes con el fin de hallar “la lectura más apropiada”, pero admitiendo de esta forma la existencia de más de una lectura e interpretación. Por ejemplo, si tuviésemos el término “casa” en un poema, buscaríamos sememas repetitivos para establecer sobre qué casa estamos hablando, la edificación o el linaje. En muchos casos podría definirse así, pero también puede darse que se repitan sememas para ambas concepciones de casa. Es aquí cuando comienzan a considerarse elementos paralingüísticos más allá del estructuralismo, pues la expresión, en definitiva, de sememas evocativos, no siempre será definitoria a la hora de establecer relaciones de interpretabilidad.